miércoles, 25 de mayo de 2011

Internet y la posibilidad de una nueva política


Pocos cambios culturales afectan tanto a la política como la evolución de los sistemas de comunicación. La escritura estimuló la aparición de los primeros Estados dignos de tal nombre, y de los primeros experimentos democráticos. La imprenta modificó en profundidad la vida pública al multiplicar la emisión y recepción de textos, permitiendo la aparición de la prensa como un agente público de primer orden. Los medios eléctricos y electrónicos (del telégrafo y la radio a la tv y el vídeo) hicieron posible el acceso masivo a la información (y a su manipulación) incluso en sociedades poco alfabetizadas, un paso fundamental hacia la integración del mundo en una civilización global, proceso que sigue su curso. A la luz de esta serie histórica es obvio que internet y sus novedades también deben tener repercusiones políticas, la última muestra de las cuáles son las rebeliones democráticas de algunos países árabes (mientras que las de Polonia, RDA o Checoslovaquia fueron las últimas rebeliones políticas vinculadas a la radio y televisión). Esto ya es obvio, así que la pregunta interesante es si internet tiene propiedades comunicacionales con impacto político, y cuáles son esas. Propondré algunas.

Lo primero que debemos entender es que las propiedades políticas de internet no son una consecuencia de la tecnología como tal, sino de los nuevos hábitos comunicacionales que alienta. Aunque la tecnología sea idéntica no es lo mismo -¡en absoluto!- usar Facebook o la web para colgar fotos de vacaciones o leer las ediciones digitales de la prensa tradicional que para convocar manifestaciones contra una dictadura o escribir un blog político (en el sentido amplio del término). Considerar que todos los usuarios de internet –los internautas- son por el mero hecho de serlo la encarnación de un nuevo tipo de ciudadanía con una nueva conciencia global es una tontería narcisista (que para algunos exime de cualquier esfuerzo de verdadera educación política, científica y filosófica). Lo que hace internet, de un modo que no permitían los medios anteriores, es dar cauces de expresión y redes de comunicación muy eficaces y muy rápidas a ideas políticas que de otro modo apenas podrían hacerse oír. En este sentido, internet ha cambiado las reglas del famoso modelo socio-político de “voz y salida”: antes de internet los descontentos con una dictadura no tenían otra salida, si carecían de voz tradicional, que el exilio o el pataleo privado. Lo que internet aporta es la posibilidad de constituirse como una voz potente en las nuevas redes sociales sin que el gobierno pueda siempre erradicarlo pese a la infinidad de trabas que puede acumular. Incluso se puede ver obligado a tolerar el fenómeno, como prueba el caso de Yoani Sánchez o los blogueros chinos.

Lo segundo a resaltar es que internet ha cambiado de modo drástico dos importantes rasgos estructurales de los antiguos mass-media: la demora temporal de la retroalimentación, y la desigualdad entre emisores activos de información y receptores de la misma (entre periodistas y consumidores de su trabajo, para entendernos).

En la era pre-internet había un lapso de tiempo inevitable entre el acontecimiento y su difusión –que sólo radio y tv habían superado en determinados momentos-, y sobre todo entre su recepción y la reacción que podía motivar (el feed-back o retroalimentación). Internet ha suprimido ambas demoras al permitir la difusión de una información en el momento mismo de suceder y activar una conversación instantánea sobre el significado de la misma que incluye reacciones prácticas. Acabamos de ver ejemplos impresionantes de lo que esto significa en las rebeliones árabes y en el gran terremoto de Japón. Esta instantaneidad no sólo afecta a los medios tradicionales, incapaz de competir con la instantaneidad de internet y su enorme multiplicidad de voces y testimonios, sino que tiene efectos políticos al poner a los gobiernos ante fenómenos sin precedentes, como la información incesante e instantánea que incluye citas para manifestaciones, boicots, protestas y acciones similares convocadas a través de internet. El cambio del feed-back sería poco importante sin la añadidura de la supresión práctica de la distinción de los roles de informador y consumidor pasivo o de reacción diferida. Internet permite que cualquiera pueda escribir un blog, editar su propia web y participar en redes sociales, haciendo reversibles y simultáneos los papeles de emisor y receptor, convirtiendo la comunicación diferida de los mass media en una gigantesca conversación. Aunque algunos periodistas han desdeñado este fenómeno todo el tiempo que han podido, el desembarco de muchos de los más famosos en Twitter, y la conversión de los acontecimientos de las redes sociales en noticias destacadas (si bien sometidas a los filtros habituales) de los periódicos, confirma que la evidencia ha terminado por imponerse: Mahoma va a la montaña tras porfiar en que todo era tan plano como la página extendida de un periódico.

Ahora bien, la inmediatez de internet y la universalización de la información que permite no hace de la red una fuente prístina de verdades sin manipulación y de sinceras expresiones de legítimos intereses. De ninguna manera: internet no sólo permite engañar, manipular y abusar tanto como los medios tradicionales, sino que ofrece sus propios riesgos de perversión comunicacional y, por tanto, política. La creencia en que una noticia de autor anónimo en una red social siempre será más veraz que una ofrecida por un medio, un personaje conocido o un político, es un aviso de que la siempre delgada línea que separa rumor de noticia y versión de perversión ha adelgazado todavía más en internet. Como cualquier herramienta o instrumento, internet puede servir para cualquier uso que permitan sus propiedades, pero en sí mismo es amoral, apolítico e indiferente a valores de cualquier tipo. Quienes tienen puestas sus esperanzas en que internet alumbre por sí misma una nueva ciudadanía virtuosa y políticamente altruista, contrapuesta a la política degenerada de los profesionales, están tan acertados como quienes hubieran defendido que para educar sirve cualquier libro, se trate de Aristóteles o de una guía de teléfonos. Internet es un medio de comunicación revolucionario, pero como todos los medios es un instrumento ciego al servicio de un fin que le es ajeno.

Es cierto que algunas características de internet hacen más difícil el engaño, la manipulación o la simple mentira. Al ser muchísimos más numerosos los agentes activos en el proceso de comunicación, pues cada usuario es potencialmente un informador y analista activo, es más difícil, o imposible, conseguir el monopolio informativo típico de las dictaduras, como han confesado paladinamente Irán, China o Cuba al intervenir los correos electrónicos, censurar internet y restringir su uso libre. Pero la lucha por la neutralidad de la red pone de relieve que el peligro en los países democráticos no son tanto los denostados partidos y gobiernos como los grandes oligopolios informativos –asociados a los anteriores por tupidas redes de intereses comunes- que se niegan a considerar internet como el espacio de igualdad y libertad informativa que técnicamente puede ser… si hay voluntad política para que lo sea. Lo que de paso nos remite al hecho capital de que internet influye sobre la política y puede cambiarla, pero también ésta es fundamental para conseguir que no se malogren las mejores oportunidades de la red y ésta no sea colonizada y dominada por los mismos intereses que han convertido los medios de comunicación tradicionales en instrumentos al servicio no de la información veraz, sino del rumor, la profecía autocumpliente y la noticia manipulada.

En definitiva, comprender, proteger y potencias las propiedades políticas de internet –igualitarias y liberadoras en varios aspectos- parece exigir dos cosas: la primera, reconocer la instrumentalidad de internet y la supeditación de su calidad a la calidad del proyecto político; la segunda, que la política tiene poderosos instrumentos para desvirtuar las propiedades más igualitarias y liberadoras de internet, convirtiéndolo en otro campo de juego dominado por oligopolios viejos como la escritura misma, pero que por eso mismo el futuro de internet depende de la política casi tanto o más que esta de internet, como la Ley Sinde y otras decisiones políticas han venido a recordarnos.

Por Carlos Martínez Gorriarán

miércoles, 4 de mayo de 2011

Los "opresores online" muestran la otra cara de Internet


Internet y sus redes sociales no sólo se han convertido en un foro para la libertad de prensa y los emergentes movimientos democráticos en el mundo, sino también en un campo de batalla en el que luchan los gobiernos más represivos.


Así lo señala un informe divulgado en vísperas del Día de la Libertad de Prensa, por el Comité para proteger a los periodistas (CPJ), con sede en Estados Unidos.

Desde los bloqueros que airearon a través de mensajes de texto el malestar popular contra los gobiernos de Túnez y Egipto hasta los disidentes que luchan por los derechos humanos en China, todos se han servido de la red. Pero los gobiernos represivos han aprendido a usar las mismas tácticas para bloquear, inutilizar o destruir los mensajes políticos y sociales de los oprimidos.

"Muchas de las tácticas de los opresores revelan una creciente sofisticación, desde el servicio de correo electrónico apoyado por el Estado chino y diseñado para acceder a las computadoras de los periodistas a los ciberataques contra páginas web de noticias en Bielorrusia", sostiene el CPJ.

El encarcelamiento de periodistas, escritores y defensores de los derechos humanos es una táctica eficaz para suprimir la libertad de prensa, señala el estudio sobre las herramientas de los "opresores online". Y es que la opresión en Internet se ha convertido en un arma de consecuencias catastróficas, pues los gobiernos con una larga experiencia en violaciones de derechos humanos ahora utilizan las herramientas online.

Mientras luchaban por mantenerse en el poder, los regímenes de Egipto y Túnez intentaron imponer la censura en la red. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, bloqueó Internet en enero tras las primeras señales de protestas populares en El Cairo, pero lo tuvo que desbloquear una semana después debido a la presión internacional.

También Libia y Bahréin intentaron perturbar la comunicación en Internet como respuesta a las exigencias populares de libertad. La Junta Militar de Myamnar, la antigua Birmania, bloqueó Internet durante la revuelta de 2007, y lo mismo hizo China en 2010 para intentar sofocar las protestas de grupos étnicos en la provincia occidental de Xinjiang, señala el CPJ.

Irán y China, que se sitúan en lo más alto del estudio en cuanto a detención de periodistas con 34 en 2010, han logrado bloquear con éxito el acceso a distintos portales en Internet y evitado que los ciudadanos utilicen determinadas palabras clave en los buscadores para seguir las noticias internacionales.

China, por ejemplo, retiró el concepto Revolución Jazmín, que hace referencia a la revolución tunecina que derrocó al presidente Zine al Abidine Ben Ali, y sus ingenieros instalaron malware (software malicioso) y software de espionaje utilizando el e-mail.

"Periodistas que informan desde y sobre China han sido víctimas de estos ataques, conocidos como "spear phising" (que literalmente significa pesca con arpón y consiste en el envío de mails fraudulentos), y la tendencia indica claramente que los objetivos fueron elegidos por su trabajo", señala el CPJ.

El año pasado, el uso del cibercrimen estatal en Túnez fue un paso más allá cuando la agencia del país que gestiona Internet redirigió a los usuarios a "páginas fraudulentas creadas por el gobierno en las que se exige darse de alta" para el uso de grandes proveedores como Google, Yahoo! y Facebook. Así, las autoridades podían robar sus nombres de usuario y contraseñas.

"Aunque las tácticas de cibercrimen parecen haber sido abandonadas con el colapso del gobierno de Ben Ali en enero, el nuevo Ejecutivo no ha renunciado por completo al control de Internet", apunta el informe. Y Siria, que continúa desplegando fuerzas militares contra los manifestantes, sigue siendo uno de los países más peligrosos para los blogueros.

En febrero, un tribunal sirio condenó a la bloquera Tal al Mallohi a cinco años de cárcel. La joven había sido arrestada en 2009, a la edad de 19 años, por llevar un blog sobre los derechos palestinos. Según el CPJ, el periodista digital Khaled Elekhetyar fue detenido en marzo durante una semana y el veterano bloguero Ahmad Abu al Khair fue arrestado por segunda vez en dos meses.

También en Rusia los periodistas digitales sufren una situación similar por la violencia que ejerce contra ellos el Kremlin. El año pasado, el famoso periodista financiero Oleg Kashin recibió una paliza tras ser arrestado que lo dejó en coma inducido durante un tiempo. Y a estos ataques se suma el asesinato en 2008 del editor de webs Magomed Yevloyev en Ingusetia.

Mientras, el gobierno de Bielorrusia controla con precisión la censura, el de Etiopía domina la infraestructura de Internet y el de Cuba bloquea el acceso a la red, señala el CPJ. En Cuba, sólo a un puñado de personas les está permitido el uso de Internet en sus hogares, mientras que el resto de la población debe conformarse con puntos de acceso controlados por el Estado.