lunes, 28 de febrero de 2011

Internet y las revoluciones


Ahora le ha tocado el turno a Libia; la pelota está en el tejado y no sabemos de qué lado va a caer.

Todo empezó a mediados de diciembre, cuando el joven ingeniero informático Mohamed Bouazizi se quemó a lo bonzo ante la falta de oportunidades. Eso llevó a la revolución de los jazmines en Túnez, que derrocó a Ben Alí.

El siguiente paso se produjo en Egipto y acabó cayendo el sátrapa Mubarak.

Bahrein, Yemen, Argelia, han pasado a un segundo plano ante la violencia que ha llegado a adquirir la crisis libia. Gadafi, más de cuarenta años en el poder, se resiste a abandonarlo y no vacila en mandar disparar contra los manifestantes.

Pero ¿todo empezó a mediados de diciembre o había empezado mucho antes?

Hay quién dice, y tiene razón, que las revoluciones las hace el pueblo y no la tecnología. Pero ¿se habrían producido esas revoluciones si los pueblos no hubieran conocido otras maneras de vivir gracias a la televisión por satélite? ¿Se habría movilizado el pueblo a la misma velocidad sin la ayuda de redes spciales como Facebook o Twitter?

Seguramente no es casualidad que una niña egipcia se llame Facebook desde hace unos días. No sé si le gustará cuando sea mayor. No sé lo que será Facebook, la red social, cuando Facebook, la niña, sea mayor.

Este tema da para un análisis mucho más profundo que este simple post en un blog, pero parece que las nuevas tecnologías juegan un importante papel en la cohesión de los pueblos. De hecho los dictadores tratan de limitar el acceso y consideran a internet un enemigo más.

Los medios tradicionales en general jugaron un triste papel en los cambios recientes, ya que estaban muy unidos a los regímenes corruptos. ¿Les suena?

¿Cómo terminará la crisis libia? ¿Habrá cambios en Bahrein; en Argelia; en Yemen?

Pero mucho más allá ¿las nuevas tecnologías podrían contribuir a un cambio en Cuba?¿Puede cambiar la situación en Corea del Norte, el país más cerrado del mundo?¿Una China cada vez más rica, pero con tremendas diferencias sociales, mantendrá durante mucho tiempo esa extraña situación, con un partido comunista en el poder rigiendo una economía escandalosamente capitalista?

¿Seguirá internet propiciando importantes cambios políticos después de haber cambiado radicalmente nuestras sociedades?

Sólo tenemos que esperar.

Lo veremos.

Eduardo Madinaveitia

Tomado de: 20 minutos

martes, 22 de febrero de 2011

Jóvenes y redes sociales: terror de dictadores


Ningún dictador abandona voluntariamente el cargo. Cuba acaba de rechazar la petición de la ONU de democratizarse como Egipto y Túnez. Raúl Castro debe estar arrepentido de haber dado cierta libertad a los reprimidos internautas cubanos, quizá para celebrar el regalo del muy costoso cable submarino que Chávez pagó, una vez más, con dinero esquilmado a los venezolanos. El contagio tunecino y egipcio sigue extendiéndose por el mundo árabe. La oposición Libia denunció más de 10 muertes durante las protestas del “Día de la ira” contra el dictador Gadafi . Los tiranos saqueadores del tesoro público y que se resisten a abandonar el poder utilizando sus sanguinarias milicias, están temerosos del fin que les espera al mirarse en el espejo de Ben Alí y Mubarak. El brutal exdictador tunecino recién sacado del poder por las masivas protestas populares, sufrió un accidente cerebrovascular en Arabia Saudí y está en coma. A Mubarak no parece irle mejor. A los dos ya les han congelado en Suiza las cuentas con fortunas mal habidas y la justicia de sus países siguen indagando en el resto del mundo.

En Venezuela, Gobierno y oposición siguen atentamente los acontecimientos egipcios y no porque esa crisis haya hecho subir el petróleo por encima de $100, lo que da un respiro al gran dilapidador. Los venezolanos estamos atentos a tales hechos (preocupantes para unos y envidiables para otros) porque se originaron en causas que en Venezuela existen casi copiadas al carbón. Y decimos “casi” porque de los venezolanos se ha dicho que no somos suizos pero, a juzgar por las protestas masivas de tunecinos, egipcios, yemeníes, libios y hasta iraníes, tampoco somos árabes. En Caracas ha estado una veintena de estudiantes en huelga de hambre frente a la OEA reclamando la libertad de los presos políticos, incluidos los hoy casi abandonados diputados Pilieri y Mazuco, sin que las organizaciones estudiantiles universitarias, ni partidos políticos ni el Gobierno les prestasen atención alguna hasta que se encendieron las alarmas después de transcurridos 17 días de ayuno. ¡Y pensar que la chispa que incendió la pradera tunecina fue un joven de 23 años que se inmoló en la plaza para expresar su rechazo a la represión, la pobreza del pueblo y las injusticias del dictador Ben Alí! Su sacrificio provocó una ola de indignación popular que produjo la salida del dictador.

En Túnez, pero sobre todo en Egipto, fueron los jóvenes (en su mayoría de clase media) quienes demostraron a través de las redes sociales ser el motor que movilizó a los egipcios y los convirtió en una fuerza invencible. Aun más que el sorprendente triunfo de Obama gracias a su hábil uso de Internet, “la revolución cibernética de Egipto” -como la denomina The New York Times- emprendida por 15 jóvenes, logró movilizar masivamente a lo egipcios y derrocar a Mubarak. Narran David Kirpatrik en The NYT y Francisco Carrión en El Mundo de Madrid, que estos 15 chicos nacieron por el tiempo en que Mubarak arribó a la presidencia. Todos ellos profesionales universitarios, pertenecen a la generación Facebook, aunque han permanecido sin rostro, dada la criminal eficacia de la policía secreta egipcia y su sistema de espionaje. El más notorio de ellos es Wael Ghoning, ejecutivo de Google, detenido durante 12 días y quien después de la caída de Mubarak ha salido en la prensa como el vocero del grupo. Su capacidad organizativa fue asombrosa. Hicieron pruebas en barrios de El Cairo y diseñaron horarios estratégicos hasta producir el estallido popular. Se movieron tan ágilmente a través de la red, que no hubo “inteligencia” policial capaz de descubrirlos. Cuando se “filtraba” que protestarían en una mezquita y la policía se presentaba allí, ellos estaban manifestando en un barrio rodeados de pueblo. Hasta idearon una fórmula para frenar los feroces ataques de los “partidarios” de Mubarak (que resultaron ser policías de civil): los jóvenes usaron barras de acero para romper el pavimento y sacar piedras con las que se defendieron e hicieron grandes barricadas. Estos “héroes digitales” sintieron enorme ira ante la brutalidad policial, la miseria circundante y estaban hartos de ser sometidos por un dictador desde que nacieron y del enorme desempleo juvenil en todos los sectores. En su cuenta Twitter, Wael Ghoning dejó escrito lo que nuestros jóvenes en huelga de hambre frente a la OEA también dicen: “La libertad es una bendición por la que merece la pena luchar”.

“Todo Gobierno totalitario requiere silencio y sometimiento del pueblo” denuncia el Bloque de Prensa Venezolano ante la arremetida del régimen contra los medios e Internet. Sometimiento que cesa cuando el pueblo y sobre todo los jóvenes se rebelan. Ahí están Egipto y Túnez para demostrarlo.

Marta Colomina
Tomado de: Biendateao

viernes, 18 de febrero de 2011

La revolución egipcia: ¿Un modelo para Cuba?

¿Game Over Castro?

Una ola de revueltas populares desenmascara el carácter despótico de algunos regímenes y genera cambios de paradigma. ¿Podría el tsunami llegar hasta la isla de Castro?

"Internet es un campo de batalla". La frase pertenece a un experto cibernético cubano y fue dicha a un grupo de militares de ese país en junio de 2010, para instruirlos en el peligro que representaba la existencia de blogueros independientes y el acceso a las redes sociales, las herramientas por excelencia de la nueva generación de disidentes.

"Ahora tenemos un departamento para trabajar contra los blogueros", anunciaba el disertante en un video filtrado (más abajo), en referencia a la sección especial creada dentro del ministerio del Interior. Un clásico de los sistemas dictatoriales. Según él, tanto la "Revolución verde" de Irán como la "naranja" de Ucrania fueron creadas cuando las redes sociales convocaron a la gente a protestas callejeras y luego propagaron noticias sobre las mismas. Si aquellos procesos inquietaron a las autoridades cubanas, ¿qué decir de las recientes revueltas en el norte de África?



En concreto, el castrismo pone las barbas en remojo, consciente del riesgo de contagio cibernético del ánimo de revuelta que embarga por estos días en distintos países del mundo a ciudadanos hartos de la opresión y la censura.

Evaluando si lo sucedido en Túnez -donde la revuelta popular derribó al presidente autocrático Ben Ali- podía replicarse en Irán, una periodista iraní, Hamdam Mostafavi, explicaba que en el primer país fue la miseria la que empujó a los jóvenes a las calles; en Irán, en cambio, el móvil de la protesta de junio de 2009 que el régimen ahogó en sangre, fue la búsqueda de libertad.

Pues bien, en Cuba ambas reivindicaciones están presentes. A una cotidianeidad marcada por la lucha por sobrevivir en un país arruinado por la planificación económica y el cerrojo echado a toda iniciativa particular, se suma el adoctrinamiento continuo desde la primera infancia, el culto a la personalidad de Fidel y la negación de derechos tan básicos como el de libre expresión, asociación y circulación.

Hace tiempo que una nueva camada de disidentes cubanos, en su mayoría jóvenes que rondan la treintena, protagoniza una constante crítica al régimen y a la dureza de la vida cotidiana bajo un sistema que ha fracasado en el mundo pero que el castrismo se empecina en mantener en la isla a costa del bienestar de actuales y futuras generaciones.

Es un hecho que la comunicación virtual desafía el monopolio de la información al que son tan afectos estos regímenes dictatoriales. Cuba no es la excepción. Irónicamente, el castrismo acusa a los Estados Unidos de impedirle el acceso a Internet a la vez que censura los contenidos de la red y dificulta su uso a los propios ciudadanos cubanos.

La herramienta elegida por la juventud contestaría es la única posible, ya que todo otro medio de comunicación está sometido a un monopolio estatal sin fisuras. Es que el hombre fuerte de este régimen, Fidel Castro, le teme al poder movilizador de la información y por eso ha acaparado la palabra. Su retiro de la función pública, hace tres años, no ha modificado esto en lo esencial. Su hermano Raúl, en quien delegó la presidencia, pretende hacer tibias reformas económicas sin aflojar el puño de hierro que pretende encerrar la mente de los cubanos.

 El régimen anuncia ahora con bombos y platillos que con auxilio de la Venezuela de Hugo Chávez, la isla podrá por fin estar conectada a la red mundial superando el supuesto boicot de los Estados Unidos. Pero no se aclara que el acceso a Internet en Cuba está restringido al alto funcionariado y a algunos hoteles de lujo. Los blogueros cubanos son más leídos en el exterior que en el propio país.

En el único diario que circula en la isla -el Granma, órgano oficial del único partido existente, el comunista- pueden leerse titulares tales como: "Fidel siempre tuvo razón". Daría risa si no fuese que detrás de sus 50 años de dictadura se acumulan infinitos sufrimientos.

No será fácil revertir años de adoctrinamiento, de ausencia de práctica democrática, de miedo a decir lo que se piensa y de autocensura para sobrevivir.

El régimen castrista sabe que debe mantener el cerrojo en las conciencias e impedir el debate si quiere durar. Cualquier apertura democrática  implicaría el fin de los privilegios para una elite burocratizada, que no padece las privaciones de los demás ciudadanos.

Lo sabe bien Fidel Castro, por eso en 1989 condenó la perestroika y la glasnost, los procesos que llevaron a la caída del  régimen soviético, y se abroqueló en su sistema. Por eso dijo más adelante que el pluripartidismo era una "pluriporquería" y por eso desoyó el llamado de Juan Pablo II a que el mundo se abriese a Cuba y Cuba al mundo. Lo primero ha sucedido; hoy La Habana tiene relaciones diplomáticas con casi todos los gobiernos del mundo. Pero la respuesta de Fidel Castro fue encerrar aún más a los cubanos. La apertura no es su negocio sino su perdición.

Egipto es una lección tanto para el régimen como para el pueblo cubano. Al primero le indica que una liberalización informativa le sería fatal. Al segundo que las tecnologías de la información pueden ser una poderosa herramienta para acelerar la historia. ¿Quién aprenderá primero y mejor?

Tomado de: Infobae

sábado, 5 de febrero de 2011

Resistencia civil como modelo de acción política no violenta

Mohandas Ghandi.
El término de “resistencia civil” se utiliza a menudo como sinónimo mismo de la acción no violenta. Pero, ¿existe una diferencia entre ambas? Autores como Michael Randle1 consideran el concepto como una forma de llevar a la práctica la acción no-violenta. 
La Resistencia Civil es un tipo de acción política que se apoya en la utilización de métodos no- violentos. En buena medida puede decirse que el termino es sinónimo de otros como “acción no violenta”, “resistencia no violenta” y “poder popular” (people power). Abarca una amplia gama de actividades que requieren de un compromiso amplio y sostenido con el fin de desafiar al poder, una fuerza, una política o un régimen particular, de ahí el término "resistencia". El término "civil" en este contexto se refiere a lo que afecta a los ciudadanos o a la sociedad, lo que significa que los objetivos del movimiento son "civiles" ya que son ampliamente compartidos en el seno de la sociedad. "Civil" también indica que la acción en cuestión es de naturaleza no-militar o no-violenta.
La resistencia civil, con un gran recorrido histórico y muchos protagonistas, ha sido utilizada en variadas batallas de los tiempos modernos, por ejemplo, contra el colonialismo, la ocupación extranjera, golpes de estado, dictaduras, situaciones de fraude electoral, de corrupción, de discriminación racial, religiosa o sexual. Se ha utilizado no sólo contra el poder tiránico, sino también contra los gobiernos democráticamente elegidos en relación a cuestiones tales como el mantenimiento del orden constitucional, la preservación de la autonomía regional dentro de un país, la promoción las minorías, la protección del medio ambiente y la oposición a las guerras e intervenciones militares concretas.
Para que se de la resistencia civil han de darse varios mecanismos para el cambio y puede ejercerse mediante presión y el uso de la coacción, incluyendo el aumento de los costos asociados con el mantenimiento por parte del oponente de una política concreta, debilitando su capacidad para aplicar la misma política, o por drenaje total de sus fuentes de legitimidad y poder, ya sea nacional o internacional. Un objetivo de muchas campañas de resistencia civil es la de crear disensiones y deserciones dentro del régimen del adversario y sus bases de apoyo. Hay una variedad de formas de llevar a la acción la “resistencia civil”, entre ellas, las protestas, vigilias y peticiones, huelgas, boicots, sentadas, ocupaciones y el establecimiento paralelo de instituciones gubernamentales de facto. Las campañas de resistencia civil requieren una estrategia, es decir, un esfuerzo de proyección y dirección del movimiento y los elementos de la campaña. Esto no implica que el poder del enemigo, el blanco de la resistencia civil sea en sí evitar el recurso a la violencia. La resistencia civil ha sido utilizada efectivamente en muchos casos, cuando el oponente estaba dispuesto a usar la violencia.
 El término "resistencia civil" ha sido a menudo utilizado en relación con ciertos tipos de campañas no violentas. La resistencia civil es una especie de fenómeno global más amplio que la "acción no violenta". Entre otros cuasi-sinónimos de la resistencia civil se incluyen, la "resistencia pasiva", la "resistencia civil", la "desobediencia civil" y "Satyagraha". Cada uno de estos términos se refiere a sus propios usos y connotaciones. Sin embargo, la "resistencia civil" es el término general más adecuado para las luchas que son "civiles" en el sentido de que son de la calidad cívica en relación con los intereses y aspiraciones de la sociedad en su conjunto. El concepto aborda así mismo las reacciones de las poblaciones ante situaciones de injusticia. La resistencia de una población a una situación de conflicto responde a menudo a un sentimiento de injusticia compartido por toda o parte de la sociedad que llegado un momento se moviliza para reclamar sus derechos o para poner fin a una dominación coercitiva, sea esta ejercida por el régimen en el poder, o por una potencia extranjera invasiva.
Este tipo de resistencia civil puede ser armada. De ser así, la resistencia se traduce en actos de violencia y su estrategia incluye el acercar la acción al interés mediático, donde el uso de la violencia constituye a veces la única manera de ser escuchados. Sin embargo, este método presenta una limitación importante: la perdida de la legitimidad de la población y su reclamo a los ojos de la comunidad internacional donde, al final poco importan los principios, lo único que queda son los resultados de la violencia, el numero de muertos resultado de la acción de resistencia. Así, por ejemplo, los “hombres/mujeres bomba” palestinos que causan la muerte de civiles en territorio israelí y se clasifican como actos de terrorismo, tienen por objetivo final el alertar a la opinión publica internacional sobre la expropiación de tierras de la cual la población palestina es víctima. Estas demostraciones de resistencia violenta traen consigo una respuesta militar igual o mayormente violenta, legitimizadas igualmente a su vez por un Estado que argumenta defenderse de los ataques perpetrados sobre su territorio y que, en el caso del ejemplo, a la larga ha llevado a Israel a adjudicarse un derecho de injerencia en los territorios palestinos. La resistencia armada conduce a menudo a una represión nefasta para la población oprimida que busca la valorización de sus derechos.
La resistencia civil es, por lo tanto, mucho más eficaz cuando actúa de acuerdo a los principios de la no violencia. Rechaza toda forma de violencia que un grupo o individuos puedan llevar a cabo sea cual sea el argumento o la justificación para ello. Las formas de violencia pueden ser físicas y traducirse en actos de privación de libertad, tortura o ejecución. Pero también pueden estar latentes y ser por lo tanto más difíciles de demostrar y denunciar. La represión económica puede consistir en matar de hambre a una población mediante la imposición de un embargo, o bien expulsando de su empleo a los individuos comprometidos en una lucha. Por último, los procesos de exclusión de las minorías, bajo el principio del color de la piel, su creencia religiosa o cultura, ejercen una violencia psicológica enorme que viola los derechos humanos y la dignidad.
Para combatir estas situaciones de conflicto, la resistencia civil por la paz se basa en el concepto de la no violencia, una filosofía que deslegitima la violencia, promueve una actitud de respeto del otro en el conflicto y constituye una estrategia de acción política para combatir las injusticias. Este concepto difiere del pacifismo, a menudo identificado con la idea de no-fuerza, pasividad o resignación. La acción no-violenta por su parte expresa una 
demanda activa, apoyada por variadas formas de protesta.

Los partidarios de la resistencia no-violenta se pueden clasificar de acuerdo a dos tendencias:

- Aquellos que abogan por la no-violencia como método político y social, y que la consideran como un método real para alcanzar sus reivindicaciones;

- Aquellos que viven la no-violencia como una meta espiritual en si misma, estrechamente ligada a una práctica moral y/o religiosa.


¿Dónde y cuándo comenzó la Resistencia Civil?
Desde el s.XIX comenzamos a ser testigos de la generalización de formas de lucha no armada en los más variados contextos tanto políticos como culturales. En la actualidad podrá cuestionarse el impacto de la resistencia civil en varios casos, pero no podrá ponerse en entredicho la eficacia de la resistencia de las poblaciones por la paz. No obstante, la resistencia civil ha necesitado de muchas y variadas experiencias innovadoras para llegar a imponerse como medio para acelerar la resolución de conflictos.

Entre 1849 y 1867, la sociedad húngara se movilizo para demostrar su negativa a someterse a la anexión de su país por Austria. Bajo la autoridad de un hombre que predicaba la no violencia, Ferencz Deak, la población húngara obstaculizo el buen funcionamiento de la ocupación de Austria por menoscabar el proceso de producción y recaudación de impuestos. Gran parte de la sociedad estuvo involucrada en la resistencia: el clero con la resistencia activa de los pastores, los estudiantes se manifestaron vestidos de negro, el gobierno destituido que continuo reuniéndose clandestinamente y, en general, toda la población que mediante pequeños actos de resistencia desato la crisis del poder austriaco. El coste de la ocupación terminó siendo excesivamente elevado, y el territorio húngaro difícil de gestionar. En consecuencia, Austria decidió retirarse tras 18 años de ocupación.

Esta es una de las primeras grandes victorias de la resistencia popular contemporánea a la violencia (Resistencia húngara, 1849-1867). 

No será hasta comienzos de la década de los 20 cuando el concepto de no-violencia comienza a aparecer en la prensa escrita, en referencia a la lucha liderada por Gandhi contra el colonialismo británico. Gandhi definió las reglas de la acción no violenta en los siguientes términos: no enfadarse, aguantar la violencia del atacante sin contestar, someterse voluntariamente a la detención. Su lucha sentó las bases de la resistencia civil no-violenta y popularizaron esta estrategia, haciendo hincapié en su eficacia.

A partir de entonces han sido numerosas las luchas no-violentas que han tenido lugar en los diferentes continentes. La figura destacada de Martin Luther King en su lucha por el reconocimiento de la minoría negra en Estados Unidos termino por establecer la relevancia de la protesta no-violenta en la reivindicación de los derechos humanos. A partir de los años 50, el Premio Nóbel de la Paz recompensaría a aquellos entregados en esta vía, como por ejemplo el Dalai Lama en 1989 por su lucha contra la ocupación china del Tíbet, o en 1991 Aung San Suu Kyi, líder de la oposición democrática en Birmania. La popularidad de la acción resistente no-violenta continuará aumentando durante la segunda mitad del siglo XX, y estará dirigida principalmente contra los regímenes autoritarios o totalitarios, creciendo así su carácter universal.

El papel de la opinión publica
La influencia de la opinión pública es sin duda uno de los ingredientes clave del éxito de las acciones de la resistencia civil no-violenta. Los actores en ella se refuerzan mutuamente con el objetivo de “explotar” el choque emocional de dramatizar el conflicto, de suscitar una emoción en la opinión, de crear una unidad para presionar sobre el adversario.

Pero para que la mediatización sea difundida y llegue a formar parte de la opinión publica, es necesario pasar por acciones de tipo simbólico. El símbolo constituye un medio de expresión y de reagrupación, al tiempo que resulta difícil de destruir por la represión.

La resistencia no violenta debe además, en un momento u otro, abrirse al exterior para hacer de la comunidad internacional testigo de la relación entre dominados/dominantes, y hacer de la opinión publica una fuerza de contra-poder. La influencia de personas externas al conflicto que apoyan a la resistencia puede ser a menudo suficiente para debilitar la represión, sobre todo cuando la legitimidad de las autoridades que la ejercen comienza a ser cuestionada internacionalmente.

Cristina de Nicolás Izquierdo

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

1 Randle, Michael. Resistencia civil. La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos, Editorial Paidós, Barcelona, España, 1998

Tomado de: Via Structura