sábado, 5 de febrero de 2011

Resistencia civil como modelo de acción política no violenta

Mohandas Ghandi.
El término de “resistencia civil” se utiliza a menudo como sinónimo mismo de la acción no violenta. Pero, ¿existe una diferencia entre ambas? Autores como Michael Randle1 consideran el concepto como una forma de llevar a la práctica la acción no-violenta. 
La Resistencia Civil es un tipo de acción política que se apoya en la utilización de métodos no- violentos. En buena medida puede decirse que el termino es sinónimo de otros como “acción no violenta”, “resistencia no violenta” y “poder popular” (people power). Abarca una amplia gama de actividades que requieren de un compromiso amplio y sostenido con el fin de desafiar al poder, una fuerza, una política o un régimen particular, de ahí el término "resistencia". El término "civil" en este contexto se refiere a lo que afecta a los ciudadanos o a la sociedad, lo que significa que los objetivos del movimiento son "civiles" ya que son ampliamente compartidos en el seno de la sociedad. "Civil" también indica que la acción en cuestión es de naturaleza no-militar o no-violenta.
La resistencia civil, con un gran recorrido histórico y muchos protagonistas, ha sido utilizada en variadas batallas de los tiempos modernos, por ejemplo, contra el colonialismo, la ocupación extranjera, golpes de estado, dictaduras, situaciones de fraude electoral, de corrupción, de discriminación racial, religiosa o sexual. Se ha utilizado no sólo contra el poder tiránico, sino también contra los gobiernos democráticamente elegidos en relación a cuestiones tales como el mantenimiento del orden constitucional, la preservación de la autonomía regional dentro de un país, la promoción las minorías, la protección del medio ambiente y la oposición a las guerras e intervenciones militares concretas.
Para que se de la resistencia civil han de darse varios mecanismos para el cambio y puede ejercerse mediante presión y el uso de la coacción, incluyendo el aumento de los costos asociados con el mantenimiento por parte del oponente de una política concreta, debilitando su capacidad para aplicar la misma política, o por drenaje total de sus fuentes de legitimidad y poder, ya sea nacional o internacional. Un objetivo de muchas campañas de resistencia civil es la de crear disensiones y deserciones dentro del régimen del adversario y sus bases de apoyo. Hay una variedad de formas de llevar a la acción la “resistencia civil”, entre ellas, las protestas, vigilias y peticiones, huelgas, boicots, sentadas, ocupaciones y el establecimiento paralelo de instituciones gubernamentales de facto. Las campañas de resistencia civil requieren una estrategia, es decir, un esfuerzo de proyección y dirección del movimiento y los elementos de la campaña. Esto no implica que el poder del enemigo, el blanco de la resistencia civil sea en sí evitar el recurso a la violencia. La resistencia civil ha sido utilizada efectivamente en muchos casos, cuando el oponente estaba dispuesto a usar la violencia.
 El término "resistencia civil" ha sido a menudo utilizado en relación con ciertos tipos de campañas no violentas. La resistencia civil es una especie de fenómeno global más amplio que la "acción no violenta". Entre otros cuasi-sinónimos de la resistencia civil se incluyen, la "resistencia pasiva", la "resistencia civil", la "desobediencia civil" y "Satyagraha". Cada uno de estos términos se refiere a sus propios usos y connotaciones. Sin embargo, la "resistencia civil" es el término general más adecuado para las luchas que son "civiles" en el sentido de que son de la calidad cívica en relación con los intereses y aspiraciones de la sociedad en su conjunto. El concepto aborda así mismo las reacciones de las poblaciones ante situaciones de injusticia. La resistencia de una población a una situación de conflicto responde a menudo a un sentimiento de injusticia compartido por toda o parte de la sociedad que llegado un momento se moviliza para reclamar sus derechos o para poner fin a una dominación coercitiva, sea esta ejercida por el régimen en el poder, o por una potencia extranjera invasiva.
Este tipo de resistencia civil puede ser armada. De ser así, la resistencia se traduce en actos de violencia y su estrategia incluye el acercar la acción al interés mediático, donde el uso de la violencia constituye a veces la única manera de ser escuchados. Sin embargo, este método presenta una limitación importante: la perdida de la legitimidad de la población y su reclamo a los ojos de la comunidad internacional donde, al final poco importan los principios, lo único que queda son los resultados de la violencia, el numero de muertos resultado de la acción de resistencia. Así, por ejemplo, los “hombres/mujeres bomba” palestinos que causan la muerte de civiles en territorio israelí y se clasifican como actos de terrorismo, tienen por objetivo final el alertar a la opinión publica internacional sobre la expropiación de tierras de la cual la población palestina es víctima. Estas demostraciones de resistencia violenta traen consigo una respuesta militar igual o mayormente violenta, legitimizadas igualmente a su vez por un Estado que argumenta defenderse de los ataques perpetrados sobre su territorio y que, en el caso del ejemplo, a la larga ha llevado a Israel a adjudicarse un derecho de injerencia en los territorios palestinos. La resistencia armada conduce a menudo a una represión nefasta para la población oprimida que busca la valorización de sus derechos.
La resistencia civil es, por lo tanto, mucho más eficaz cuando actúa de acuerdo a los principios de la no violencia. Rechaza toda forma de violencia que un grupo o individuos puedan llevar a cabo sea cual sea el argumento o la justificación para ello. Las formas de violencia pueden ser físicas y traducirse en actos de privación de libertad, tortura o ejecución. Pero también pueden estar latentes y ser por lo tanto más difíciles de demostrar y denunciar. La represión económica puede consistir en matar de hambre a una población mediante la imposición de un embargo, o bien expulsando de su empleo a los individuos comprometidos en una lucha. Por último, los procesos de exclusión de las minorías, bajo el principio del color de la piel, su creencia religiosa o cultura, ejercen una violencia psicológica enorme que viola los derechos humanos y la dignidad.
Para combatir estas situaciones de conflicto, la resistencia civil por la paz se basa en el concepto de la no violencia, una filosofía que deslegitima la violencia, promueve una actitud de respeto del otro en el conflicto y constituye una estrategia de acción política para combatir las injusticias. Este concepto difiere del pacifismo, a menudo identificado con la idea de no-fuerza, pasividad o resignación. La acción no-violenta por su parte expresa una 
demanda activa, apoyada por variadas formas de protesta.

Los partidarios de la resistencia no-violenta se pueden clasificar de acuerdo a dos tendencias:

- Aquellos que abogan por la no-violencia como método político y social, y que la consideran como un método real para alcanzar sus reivindicaciones;

- Aquellos que viven la no-violencia como una meta espiritual en si misma, estrechamente ligada a una práctica moral y/o religiosa.


¿Dónde y cuándo comenzó la Resistencia Civil?
Desde el s.XIX comenzamos a ser testigos de la generalización de formas de lucha no armada en los más variados contextos tanto políticos como culturales. En la actualidad podrá cuestionarse el impacto de la resistencia civil en varios casos, pero no podrá ponerse en entredicho la eficacia de la resistencia de las poblaciones por la paz. No obstante, la resistencia civil ha necesitado de muchas y variadas experiencias innovadoras para llegar a imponerse como medio para acelerar la resolución de conflictos.

Entre 1849 y 1867, la sociedad húngara se movilizo para demostrar su negativa a someterse a la anexión de su país por Austria. Bajo la autoridad de un hombre que predicaba la no violencia, Ferencz Deak, la población húngara obstaculizo el buen funcionamiento de la ocupación de Austria por menoscabar el proceso de producción y recaudación de impuestos. Gran parte de la sociedad estuvo involucrada en la resistencia: el clero con la resistencia activa de los pastores, los estudiantes se manifestaron vestidos de negro, el gobierno destituido que continuo reuniéndose clandestinamente y, en general, toda la población que mediante pequeños actos de resistencia desato la crisis del poder austriaco. El coste de la ocupación terminó siendo excesivamente elevado, y el territorio húngaro difícil de gestionar. En consecuencia, Austria decidió retirarse tras 18 años de ocupación.

Esta es una de las primeras grandes victorias de la resistencia popular contemporánea a la violencia (Resistencia húngara, 1849-1867). 

No será hasta comienzos de la década de los 20 cuando el concepto de no-violencia comienza a aparecer en la prensa escrita, en referencia a la lucha liderada por Gandhi contra el colonialismo británico. Gandhi definió las reglas de la acción no violenta en los siguientes términos: no enfadarse, aguantar la violencia del atacante sin contestar, someterse voluntariamente a la detención. Su lucha sentó las bases de la resistencia civil no-violenta y popularizaron esta estrategia, haciendo hincapié en su eficacia.

A partir de entonces han sido numerosas las luchas no-violentas que han tenido lugar en los diferentes continentes. La figura destacada de Martin Luther King en su lucha por el reconocimiento de la minoría negra en Estados Unidos termino por establecer la relevancia de la protesta no-violenta en la reivindicación de los derechos humanos. A partir de los años 50, el Premio Nóbel de la Paz recompensaría a aquellos entregados en esta vía, como por ejemplo el Dalai Lama en 1989 por su lucha contra la ocupación china del Tíbet, o en 1991 Aung San Suu Kyi, líder de la oposición democrática en Birmania. La popularidad de la acción resistente no-violenta continuará aumentando durante la segunda mitad del siglo XX, y estará dirigida principalmente contra los regímenes autoritarios o totalitarios, creciendo así su carácter universal.

El papel de la opinión publica
La influencia de la opinión pública es sin duda uno de los ingredientes clave del éxito de las acciones de la resistencia civil no-violenta. Los actores en ella se refuerzan mutuamente con el objetivo de “explotar” el choque emocional de dramatizar el conflicto, de suscitar una emoción en la opinión, de crear una unidad para presionar sobre el adversario.

Pero para que la mediatización sea difundida y llegue a formar parte de la opinión publica, es necesario pasar por acciones de tipo simbólico. El símbolo constituye un medio de expresión y de reagrupación, al tiempo que resulta difícil de destruir por la represión.

La resistencia no violenta debe además, en un momento u otro, abrirse al exterior para hacer de la comunidad internacional testigo de la relación entre dominados/dominantes, y hacer de la opinión publica una fuerza de contra-poder. La influencia de personas externas al conflicto que apoyan a la resistencia puede ser a menudo suficiente para debilitar la represión, sobre todo cuando la legitimidad de las autoridades que la ejercen comienza a ser cuestionada internacionalmente.

Cristina de Nicolás Izquierdo

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

1 Randle, Michael. Resistencia civil. La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos, Editorial Paidós, Barcelona, España, 1998

Tomado de: Via Structura

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